(2:2–10; 3:1–2). La verdad que suscribimos con la mente y la santidad que caracteriza nuestra vivencia deben ser inseparables. En vano acumulamos conocimientos de sana doctrina si éstos no transforman nuestra manera de vivir. A este respecto, es de especial importancia el énfasis del apóstol sobre las buenas obras: — Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena (1:16). — Muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras
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